martes, 6 de noviembre de 2007

Mi año nuevo

Paseando por la arena de la ya vacía playa, atardeciendo, y con la sudadera puesta. Solo aunque puedas estar con alguien. Deseando que el sol se esconda de una vez. En septiembre. Repasando, planificando, soñando. Incluso ocultamente lacrimógeno. Los finales de verano siempre me han gustado. Marcan el inicio de un nuevo ciclo. Antes, la llegada del colegio o instituto. Luego la anhelada facultad. Desde hace no mucho el trabajo, siempre inestable. Dándole vueltas al coco, corrigiendo errores y haciendo propósitos. Es el verdadero año nuevo, cuando llegas al piso, te duchas, cierras la maleta y te enfilas a la autopista. No hacen falta uvas. Es un cambio armónico. En el peaje ya se te ha olvidado casi todo. Tienes la mente en orden, las ideas claras y por una vez ganas de que llegue el lunes. Un nuevo inicio, otro más. La ilusión de que éste va a ser mejor que ninguno. Experto, en reposo. Muy lejos queda el desenfreno de abril, el hambre de fiesta primaveral y veraniega. Es el otoño, el día 1 de todo y el 31 de muchas cosas. Mi estación favorita, en la que lo paso peor.

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