domingo, 7 de octubre de 2007

11.49

El día que todo acabó estaba en ropa interior, mirando la cartelera y sin desayunar. Envuelto en la rutina. Nunca imaginó que el final llegaba en segundos. Sin demasiado ruido. Lógico y templado. Sigilosamente catártico. Entonces ni avanzó ni retrocedió. Viró sin remedio, en blanco, sin conocer el próximo desvío. Despistado, preocupado, aliviado, agradecido e inevitablemente triste e ilusionado.

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