viernes, 8 de febrero de 2008
El África que viví
En una semana no se conoce África, ni Senegal, ni Dakar; pero se intuye. 7 días dan para entender que allí, más que en ningún sitio, todo tiene un precio. Las sonrisas esconden miseria, la simpatía está casada con el interés y la meta es almorzar y cenar cada día. Los blancos, lógicamente, somos dinero por ganar, alimento realmente. Las intenciones suelen ser buenas, pero se van corrompiendo con los años. La preciosa niña de la foto me ofreció su pastel mientras su madre nos desafiaba con la mirada. Allí te puedes enamorar a cada paso a la vez que desesperarte por una pésima gestión de los recursos. La clase política es abyecta, vil, con sus contadas excepciones. Los hummer se aparcan junto a los enfermos de polio. Lo nuevo asusta. Lo viejo gusta. La religión lava los cerebros, derrota inquietudes y da falsas esperanzas, de las que no aportan. Es un lugar tranquilo, sin apenas violencia, pero anclado en el conformismo, en un peligroso vivir al día que complica mucho el progreso. ¿Pero quién le habla de progreso a una familia de 5 personas que ingresa 100 euros al mes y vive en esta casa? Un europeo no puede llegar allí, hacer cuatro fotos y querer arreglar aquello. Debe ser mucho más difícil de lo que parece.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
8 comentarios:
qué bonito viaje no? y que bonito trabajo
Sublime, como siempre.
Pues sí, bonito viaje y bonito trabajo, la verdad. A veces perdemos la perspectiva y nos quejamos demasiado...pero esto está de puta madre. Gracias JJ, mostro!
Ciao!
Quiero ser como tú, ¿lo sabías?
no te lo recomiendo!! te haria falta un perimetro craneal muy elevado, jeje. A ver si veo el de Roma antes de que lo quiten de la web.
Es verdad loola, como dice Pablo, ser como yo implicaría tener mucha cabeza... y ahí dejo los puntos suspensivos para que vuele la imaginación.
Un besito Pablo, con to tus castas..jeje
Joder Luis como te envidio, tienes un piazo de curro, disfruta y haznos disfrutar con tus historias. Kisses
Publicar un comentario